Este tema del pasado Bienal de la Arquitectura, que se celebró entre los días 21 al 27 de Septiembre de 1987 en Sofía, Bulgaría, por su carácter esencialmente filosófico puede parecer para algunos extraño, pensando que los arquitectos no son filósofos y su formación cada vez más especializada y restringida a los campos de la técnica y algo de arte, les incapacita para indagar en este tipo de conocimiento, que sin embargo afecta directamente tanto a nuestra vida como a todas las obras de que se compone nuestro planeta, y de cuyo bienestar depende de acierto de esta Subyacente Verdad que dirige el desarrollo y evolución de estas obras y que nosotros debemos conocer si aspiramos a no destruir este orden y poder adaptarnos con nuestro comportamientos y actividades a sus leyes.
Es hora de reconocer el hecho de que nuestra profesión es esencialmente una profesión humanística realizada por el hombre para el hombre, pero relacionada y ubicada dentro de la Naturaleza en la que ésta tiene que encajar tan perfectamente como lo hacen las construcciones de loa animales y los objetos naturales de la Naturaleza.
Cumplir esta misión, a saber, la de servir y fomentar las justas necesidades del hombre en sus múltiples facetas, sin destruir el orden y armonía del medio ambiente con la que se relaciona su obra, sólo puede satisfacer a aquel arquitecto quien conoce al hombre, a la Naturaleza, la justa relación entre ambos y el destino de "Toda la Existencia".
Considerando la copmplejidad del Universo, nuestros más avancados desabrimientos en el campo de las ciencias son la demostración de que para emprenderlo en su totalidad y y en su esencia no estamos hoy más cerca que nuestro antepasados; al contrario, con los conocimientos parciales y aislados sólo hemos logrado crear confusiones y perder la visualización de su subyacente idea y objetivo, según la que se desarrolla y evoluciona ese "misterioso aparato".
Convencer a nuestro filósofos, científicos, o cualquier hombre inquieto, quienes sienten la necesidad de buscar la Verdad, que para obtener este conocimiento no tiene nada que ver con los sofisticados métodos de estudios especulativos o científicos, sino esto sólo depende del establecimiento del justo equilibrio entre nuestra naturaleza espiritual e instintiva, pero debido al estado desequilibrio de la naturaleza de estos intelectuales y de nuestra sociedad en general, es hoy muy poco probable.
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