Hoy, en nuestro mundo confuso y sin ideas claras sobre principios de vida, completar los conocimientos técnicos y artísticos, obtenidos en la Escuela de Arquitectura, con una formación filosófica relacionada con la vida y la arquitectura sería muy útil e importante.
Esta es la base para practicar nuestra profesión.
Ello nos permitirá ver más allá de las limitaciones técnicas y de las exigencias monetaristas.
Y encontraremos el papel que nos corresponde realizar para el desarrollo espiritual del hombre.
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