La arquitectura, como obra de arte relacionada con la vida del hombre, exige del arquitecto dos tipos de de responsabilidades:una, la de servir los intereses de su cliente particular, y otra, la de servir las justas necesidades de su sociedad, sobre cuya formación espiritual y física su obra tiene una gran influencia.
Estas dos responsabilidades del arquitecto nunca pueden ser contradictorias; cuando es así, como en nuestro caso, debe prevalecer siempre los interese de esta última.
En este caso, la verdadera misión del arquitecto es buscar la solución justa y correcta, cuya realización exige de él un conocimiento real sobre la Verdad y una capacidad creativa para poder expresar este Verdad a través de su arquitectura, cambiando así su misión original, la de ser Servidor, por la de ser Educador de su sociedad.
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