En las grandes épocas de la humanidad los políticos eran sabios u hombres sencillos
pero realizados, quienes conocían o sentían la Verdad sobre la Existencia.
Estos hombres marcaban las pautas principales para los comportamientos y las actividades del hombre, que servían como base de la política practica de la vida cotidiana.
El tipo de gobierno, la economía del país, las leyes civiles y criminales, incluso las actividades culturales, científicas y sociales, se ajustaban a estos principios como consecuencia lógica e inevitable.
Por eso tenían fuerza y autoridad moral sobre sus súbditos.
Hoy no tenemos estos políticos ni ideas claras sobre la Existencia.
Al no ver, ni siquiera, la finalidad de esa profesión es lógico que todas sus sugerencias, despojadas de base filosófica sobre la Existencia, estén destinadas al fracaso.
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