Las obras de los hombres que llegan a la perfección, se asemejan en esencia y no enseñan ningún progreso con el tiempo, sólo cambios de expresión, según las diferentes ambientes en que cada uno ha creado.
Esta identidad y esta constancia de la expresión artística de los hombres de vida equilibrada apunta a su valor perenne y demuestra que el verdadero creador de cada una de ellas es la misma entidad: es "Ese Ente de Amor Puro", que al recuperar su auténtica naturaleza en estos seres, se manifieste a través de ellos con su Fuerza Creativa en su verdadera naturaleza. Por eso sólo hay un verdadero Gran Maestro en el mundo, que es "Ese Ente de Amor Puro", el autocreador de si mismo y que encuentra su deleite escondiéndose dentro de la vida humana, poniendo trabas a sí mismo y experimentando su mundo directamente en la lucha de vencer su propia traba. El hombre, testigo de esta lucha, participa en ella; sufre las consecuencias de su fracaso, pero obtiene su grandeza y felicidad en su éxito. Sólo en este estado se capaz de adaptarse perfectamente con el mundo y la vida que le rodea porque queda unido y absorbido por Espíritu Puro, estado en que no puede quedarse sin perder su libertad de actuar, que siendo esto innato en su naturaleza, le es imposible, por lo que sólo puede cruzarlo para caer otra vez en sus errores y abrir en nuevo ciclo de la lucha. Los éxitos verdaderos del hombre consiste en el correcciones de sus errores y no en su perfección estable de actividades repetidas y mecánicas, aunque perfectas como de los animales.
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