El primer maestro de los niños son sus padres.
Ellos tienen que saber que la educación de los hijos es esencial, pero son más importante sus propios comportamientos, porque el niño aprende observando.
Para el niño, en su edad tierna, la enseñanza más positiva e importante es el Amor materno y paterno.
Sin embargo, el Amor tiene que ser siempre justo y educativo.
No tenéis que olvidar que la formación humana de vuestro hijo depende de ese Amor.
Tiene que estar subordinada al interés del hijo y nunca condicionada a su comportamiento.
Por eso, algunas veces, el amor puede ser duro para los padres y exige de ellos firmeza.
Porque el amor no es sinónimo de blandura, sino de justicia y conocimiento para con el hijo, quien, beneficiándose de ello, aprende disciplina, sentido del orden, respeto hacía de los demás, altruismo, etc..
Cuando sea mayor le beneficiará.
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